Elena Musiani
(traduzione a cura di Flavia Pascariello, Università di Cadice)
Uno spettro si aggira nel cuore dell’Europa(Un fantasma se mueve por el corazón de Europa), “La Repubblica”, 9 novembre 1989. El título me parece emblemático para sintetizar las reacciones de la prensa italiana frente a la caída del muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989. A través de la lectura de numerosos artículos publicados por La Repubblica, uno de los principales diarios nacionales italianos, en los días que siguieron la caída del muro de Berlín, lo que emerge con inmediata y repetida evidencia es una sensación de incertidumbre pero también del desasosiego, sentimientos estos que seguirán siendo una constante para todos los meses del año 1989. La idea de base es que el destino de Alemania, y con ello el de Europa entera, esté en un equilibrio precario entre un pasado no propiamente positivo y un futuro aun más oscuro e indefinido llegado de forma casi inesperada: “La precipitada cuanto rápida vicisitud alemana, oscila entre estos dos polos, entre un confiado optimismo aunque contaminado por un escepticismo debido a la experiencia y una incredulidad favorecida por la imposibilidad de imaginar como podría ser el futuro”. También los observadores directos – y esta sensación se percibe en general en todos los correspondientes del diario italiano – no vacilan en ocultar su incapacidad de dar un juicio racional y objetivo sobre el acontecimiento, y los adjetivos y sustantivos más frecuentes que acompañan las encuestas son “precipitado”, “impresionante”, “maravilla”. “Por un lado la maravilla delante de esa gente joven (y no jóvenes) que habían desfalcado al Berlín Oeste el peso de la protesta, y que ahora lo ejercitaban con el estilo prusiano-protestante, con dignidad, sin violencia, y con una dosis del romanticismo en el cual no carece un pedacito del sarcasmo del viejo, querido, Grosz.
Por otro lado, la perplejidad frente al vacío abierto bajo los pies de un régimen que hasta hace un mes impuso más regulaciones de cuarteles que leyes republicanas. La vorágine se ha abierto de par en par en el corazón de Europa.”
Distinto el acento elegido por el “Avvenire”, diario principal del área católica que en los títulos y los comentarios no dudan en poner el acento sobre el derrumbe del sistema comunista: el 10 de noviembre el diario tituló: “El muro se derrumbó” y el comentario que sigue se concentra en el fracaso del gobierno de la Alemania Oriental: “El muro de Berlín ha sido virtualmente tirado abajo. El Partido Comunista ha decidido abrir las fronteras a la república federal y los ciudadanos de la Alemania oriental podrán pasar directamente en el RFT sin ninguna formalidad. La decisión tiene efecto inmediato; el flujo del prófugos de la Alemania Oriental está creando problemas graves en la Alemania federal” (10/11/89).
El aspecto que elige enfatizar “l’Unità” es el de la caída del muro como la revolución de un pueblo, como una elección de libertad hecha por parte de las personas animadas por ideales de democracia, solidaridad, justicia; es decir, la idea que en Alemania y en general en el este europeo se asiste a una revolución democrática, una revolución para la cual había luchado también el Partido Comunista italiano “Son días asombrosos para nosotros los europeos. Vemos en la televisión la sonrisa, el llanto, la felicidad de los berlineses en la noche en la cual finalmente se han encontrado otra vez juntos. A cada uno de nosotros creo habría gustado estar en el medio de ello, celebrar, vivir un momento como esto. Ése es uno de estos momentos que marcan y cambian la historia de una nación. En este caso es algo más, es la historia de un continente puesto que el teatro es Alemania, y que el tema es la democratización del Este, que está tirando abajo las grandes barreras construidas en Europa” (11/11/ 89).
Junto con estas primeras sensaciones (de alegría mezclada a desasosiego para los de izquierda y de condena hacia los regímenes del Este para los católicos) la verdadera cuestión que surge con fuerza en la prensa italiana es la del correspondiente de “La Repubblica”, Bernardo Valli, que no duda en hablar de “cuestión alemana”, que “se despierta como un dinosaurio inmortal enterrado bajo el corazón de Europa” (9/11/89).
A pesar de que en los primeros días de 1989 no se hablaba todavía de reunificación resulta evidente que pronto la cuestión se habría convertido en una inevitable actualidad. “No asombra, afirma Valli, que aunque admirando la protesta democrática muchos se auguran que el entierro de la RDA ocurra lo más tarde posible. La cuestión alemana que nos acompañará cada vez más en este fin de siglo es atormentada. Es inevitable porque es natural, y legitimo que se ponga como cuestión. Pero es más fácil observarla mientras que cruza la historia literaria. Es decir, cuando será un noble fantasma” (9/11/89).
Como precisado, la sensación principal que atraviesa las páginas de “La Repubblica” es la sorpresa, sentimiento que revela una visible preocupación para un escenario histórico que había sido deplorado hasta ese momento (la división en dos de Europa, la cortina de acero…) que se ha “deshecho demasiado rápido sin dejar la posibilidad de encontrar un marco alternativo en qué escribir la historia de Europa: “¡Qué formidables acontecimientos hemos presenciado en estos últimos meses! En unas treinta semanas, un trozo tras del otro, el equilibrio de la Europa salida de la Segunda Guerra Mundial se ha en gran parte derrumbado. Y ahora no se parece a lo que ha sido en estos cuarenta años: y pronto será otra, (otros equilibrios políticos, otras relaciones económicas, otros lazos culturales) aunque de momento nadie puede decir exactamente como. La terminología que habíamos utilizado por décadas, la perspectiva con la cuál mirábamos a la fractura del continente ya se queda en el ático de la historia” (Sandro Viola, 10/11/89).
¿Qué podrá sustituir el muro? Ésta es la pregunta de base que se lee entre las líneas de los artículos que a diario salen en “La República”: ¿Cuál será la cara nueva de Europa?: abrir la puerta de Brandeburgo ha representado “liberar” a los ciudadanos de Berlín Este pero también abrir un vacío en la historia. La sensación que transmiten los periodistas italianos de “La Repubblica” es la que tirando abajo el muro – hecho innegablemente positivo – se haya tirado abajo “uno de los pilares de la Europa dividida”. La tarea de los gobernadores europeos sería entonces construir las bases de una nueva Europa, unida pero también alargada, evidentemente distinta de la “Europa a seis” imaginada por Roberto Schumann, Jean Monnet y Alcide De Gasperi.
También en “l’Unità”, los días inmediatamente sucesivos la caída del muro, los análisis revelan las dudas sobre el futuro de la Alemania; el 12 de noviembre un artículo titulado “la historia se abre de nuevo” pone otra vez el acento sobre la elección de democracia del pueblo alemán y de la “nueva” URSS de Gorbachov: “El muro de Berlín no sólo era una frontera militar y política, sino también el símbolo del contraste entre dos mundos y el testimonio terrible de una eterna inamistad. Era literalmente el perímetro de un campo cerrado en sí mismo, y cualquier posibilidad de evasión podía costarte la vida…
No sólo las dos Alemanias no están más separadas y enfrentadas, sino la frontera del este de Europa se abre de nuevo y esto es destinado ciertamente a dar una nueva identidad política y cultural al continente entero con consecuencias de momento imprevisibles pero supuestamente de gran dimensión práctica e ideal. Somos los testigos de algo que cambia y se renueva, justo en los años finales del siglo, la historia del siglo XX”.
Es innegable, continúa el periodista, que la acción haya empezado por arriba (Gorbachov) y sin embargo no se puede negar “que la iniciativa soviética ha nacido de la crisis de un sistema que está rompiendo radicalmente consigo mismo y con su propia historia, y que, a partir de esta ruptura obtiene la nutrición necesaria para contribuir a la construcción de una nueva historia…. es una lección inolvidable: no hay democracia que se construye con el totalitarismo, como no puede existir ninguna división entre los medios y los fines; es una visión del mundo que se va consumando”.
Y al lado de los interrogativos de siempre, la elección del PCI frente a los nuevos cambios europeos, retoma su fuerza: “Finalmente la historia se renueva. Los italianos comunistas podemos mirar a este cambio con animo abierto ya que hace mucho luchamos por la completa afirmación de la democracia”.
En las páginas del periódico fundado por Gramsci no carecen tonos polémicos hacia la política de los E.E.U.U.; una política temerosa, según L’Unità, de perder el control sobre la OTAN, un control nacido gracias al sistema de tensión provocado por la guerra fría. “Cuando el funcionario del Departamento de Estado, Fukuyama, proclama el fin de la historia, en realidad expresa el miedo que la historia pueda vivir sin una hegemonía americana, que hace mucho tiempo está en declive, y que los acontecimientos del este por cierto acelerarán… Sobre Europa cae la responsabilidad de formular hipótesis de desarrollo del propio gobierno autónomo” (12/11/89).
Así también “l’Avvenire” se pregunta cuál será el futuro que espera a Europa, exacerbando los tonos de los comentarios: “Bueno, el proceso histórico de la reunificación alemana puesto en marcha con una aterradora rapidez, amenaza de caer como una avalancha sobre la Europa del mercado único, creada con un arreglo hecho por parte de las élites financieras de los dos lados del Atlántico.
La “nueva” Alemania amenaza el plan de racionalización de forma distinta. ¿Qué tipo de amenaza? Los racionalismos de los que nosotros los europeos estamos empapados, nos empujará a definirla “no racional”. Ya dos veces en este siglo Alemania ha lanzado contra Europa el “irracional” que alberga endémica en la patria de Faust y la segunda vez, con Hitler, había la cara inequívoca del satánico (10/11/89).
Y contra los valores del satanismo “l’Avvenire” apoya la “rebelión llevada a cabo por laicos y cristianos en nombre de los valores de una Europa cristiana y laica que pone en primer lugar al individuo y su libertades; que considera el Estado al servicio de la sociedad civil, que rechaza la anulación del individuo en la colectividad”, una rebelión que finalmente llevó al derrumbamiento del régimen comunista y que tiene como el protagonista principal Papa Juan Pablo II: “de tales valores el Papa polaco ha sido el más alto interprete y no es raro que propio en su tierra nativa, el Partido Comunista haya tenido que rendirse y entregar el poder a un cristiano social, que se declara fiel a la doctrina católica pero también a la herencia popular de Sturzo.
Los valores religiosos y las organizaciones de las iglesias cristianas han sido el punto de referencia privilegiado del proceso pacífico de renovación que ha cancelado la vergüenza más grande de nuestro continente: ese muro que dividía en dos una ciudad de la misma lengua y de la misma tradición y su caída marca el fin de una situación injusta decidida en Yalta: es decir, la división en dos bloques de ese continente cuyas raíces ideales, evidentemente cristianas, van del Atlántico a los Urales” (10/11/89).
Más “prosaicamente” el 12 de noviembre de 1989 Alberto Ronchey escribía en las páginas de La Repubblica: La Alemania está en su año cero, parafraseando la celebre película de Roberto Rossellini. El verdadero problema que se esconde detrás de las muchedumbres de berlineses del Este que “invaden” las calles de los barrios del oeste, y que todos los periódicos italianos describen con tonos que van del entusiástico al alegre, es que será del futuro de Alemania y con ella de Europa entera: ¿será posible una transición a la democracia, será justo “abjurar” el comunismo y el leninismo como – afirma Ronchey – está ya ocurriendo en Polonia y Hungría? De hecho la verdadera pregunta y el verdadero miedo que se ocultan detrás de todas estas interrogaciones se refieren a la cuestión de la reunificación alemana; puesto que no existe una histórica nación alemana oriental parece inevitable orientarse hacía la reunificación de las dos Alemanias pero, y es cierto, Europa teme a una Alemania unida. Pensar en una única Alemania nos devuelve la imagen de la Alemania de Bismarck y, aquí, las citaciones en la prensa italiana se prodigan.
Tras la abertura de las fronteras, los Ministerios de los dos estados alemanes parecen seguir manteniendo la firme idea que deben continuar existiendo dos estados alemanes separados; la dificultad del diálogo entre Berlín y Bonn evidencia como “abrir la puerta de Brandeburgo” no ha significado resolver “la cuestión alemana” (12/11/89).
Nadie sabe, escribe La Repubblica, “donde irá la historia, que nunca como en estos días, ha andado sola” (12/11/89).
Es también evidente como las fronteras no serán nunca más las mismas y como, sobretodo, será necesario considerar “europeos” a personas que hasta ahora parecían tan lejanas aunque sólo estaban separadas por una “cortina imaginaria”: “Pero sobretodo tendremos que acostumbrarnos a consideras “vecinos europeos” a cuestiones y personas que considerábamos lejanas, casi exóticas, allí en el mundo comunista”(Sandro Viola, 10/11/89)
Junto a este pensamiento, está también el miedo a la “explosión” de la cuestión de las minorías en Europa, las que Ronchey el 12 de noviembre definió “las pulsiones en las nacionalidades soviéticas”. La caída del prestigio del superpotencia (URSS) no hará más que animar reivindicaciones del mar Báltico, moldavos, ucranios, caucásicos, turcos”. Por esto el periodista se pregunta incluso si Gorbachov no haya hecho “un error del cálculo”, “no haya perdido el control de los acontecimientos”.
Este miedo viene precisado también por el periódico “l’Avvenire”: “estaría bien no olvidar lo que pasa hoy en Alemania”, se lee sobre el periódico católico, “y también en Polonia en Hungría, en el vientre del imperio soviético, donde muchas distintas nacionalidades están en ebullición” – “esto es un hecho de la vida, con todos los riesgos mortales que la vida nos da. Es decir, el riesgo que nace de la abertura de la jaula de Yalta; que nace de las recobradas libertades, orgullo y raíces” (10/11/89).
Otros aspectos interesantes que se relevan tras la lectura de la prensa italiana sobre la caída del muro son las consecuencias que el acontecimiento tuve en la política italiana. Las consecuencias principales se produjeron dentro del PCI (por entonces dirigido por el secretario Achille Occhetto) que a partir de aquella fecha empezó un proceso de modificación (a partir del nombre, tras de la eliminación del símbolo de la guadaña y del martillo: empezaba así el famoso cambio llamado “vuelta de la Bolognina” que originó el Partido Democrático de la izquierda, con el símbolo del roble): un proceso que desde entonces aún no se ha terminado.
El título de La Repubblica del 25 de noviembre de 1989 es “Occhetto derrumba el muro del PCI”.
“L’Unità” dedica muchos artículos a la dirección tomada por la secretaria del PCI, acentuando como esta elección sea coherente con el camino hacía la democracia emprendido por el partido ya hace algunos años y que no significa absolutamente romper con los valores y la tradición de la izquierda italiana.
Una ocasión para recordar la necesidad que todas las fuerzas democráticas se unan para dar su propia contribución para que los valores de la lucha de liberación nacional vengan heredadas por las nuevas generaciones. Y esto es mucho más importante, ha dicho Occhetto, en los días decisivos para Europa, cuando se derrumba el muro de Berlín.
Y recordándo la historia y los valores de la lucha por la liberación en Italia: “De esto traigo la inspiración para no continuar en los viejos caminos sino para inventar algo nuevo, para unificare las fuerzas del progreso. Como que la fantasía política al final de este 1989 está galopando, es necesario seguir adelante con el mismo valor que entonces fue demostrado en la Resistencia” (13/11/89).
A lo contrario, el comentario del entonces secretario de la D.C., Ciriaco De Mita, fue que “por fin” se planteaba la instauración de una verdadera democracia en Italia, “finalmente ahora es posible una competición entre fuerzas populares alternativas” (26/11/89).
Sin embargo esta no era la única posición: en los mismos días, el periódico católico “l’Avvenire” ponía unas cuantas razonables dudas sobre el futuro de Italia.
A pesar de acoger positivamente el cambio en la casa comunista, se ponía el problema del destino de la Democracia Cristiana, cuya política se basaba desde 1945 en la oposición al comunismo. “¿Si la cuestión mañana no tendrá más razones para existir, cual será el nuevo atractivo mensaje para vehicular los votos de la masa flotante? (“l’Avvenire 15/11/89).
Se tiene que señalar también que de las ruinas de las políticas del 1989 comenzó a nacer en Italia un fenómeno político que intentó infiltrarse en los escombros de la izquierda y de la política de la que se llamó La Primera República: el fenómeno de la Lega (nacida como movimiento en el 1990).
Es del 5 de junio de 1991 un artículo de La Repubblica titulado: Bossi levanta el muro al Norte. “Umberto Bossi, líder de la Lega Nord, ha decidido construir su personal muro de Berlín. Lo hará el domingo 16 de junio, en localidad Pontida, un pueblo bergamasco, un lugar clásico de la mitología de la Lega, cuando formalmente proclamará la constitución de “La República del Norte”, la primera de las tres macro-regiones en que quiere dividir Italia”.
Muchas son las preguntas que los periodistas italianos se ponen, pocas las a las cuales pueden dar una respuesta: “se derrumban las digas, las vallas, los cordones sanitarios; la Europa central cancelada de Yalta y de la desaparición de Alemania como actor político aparece confuso pero irresistible y por lo tanto pone igualmente en crisis un numero significativo de certezas y objetivos: ¿todavía tiene sentido la Comunidad Política Europea, ahora que corre el riesgo de ser vencida por los acontecimientos? ¿Tendrán sentido los acordes sobre el desarme nuclear y convencional, mientras los mismos datos geopolíticos del problema cambian hora tras hora ahora delante de nuestros ojos? ¿Tendrá sentido la OTAN en el momento en que el pacto de Varsovia se quede únicamente como recuerdo y pálido ritual, y muchos de sus miembros fundadores se abalanzan en tropel hacía las taquillas de los bancos capitalistas en búsqueda de ayudas?” (Scalfari, 14/11/89)
Es innegable que haya empezado un gran proceso de renovación: el problema es como manejarlo y quizás como pararlo una vez que alcance un cierto punto de llegada.